La vitamina D, también llamada «vitamina del sol», es esencial para el buen funcionamiento de los sistemas nervioso, vascular e inmunológico. Nuestro cuerpo puede producirlo por sí mismo bajo la influencia del sol, pero es un proceso muy complicado e incluso en verano podemos sufrir su deficiencia.
La suplementación regular con vitamina D regula el metabolismo del calcio-fosfato en el organismo, o elementos clave para el estado de dientes, huesos y articulaciones. También es necesario en la prevención de la osteoporosis. La vitamina D ayuda a absorber el calcio y transportarlo hasta los huesos. Es muy importante porque gracias a ello los huesos conservan la densidad adecuada. Otra característica importante de la vitamina D es su efecto sobre la glucosa. Su deficiencia puede provocar alteraciones en el nivel de azúcar en la sangre, lo que plantea el riesgo de complicaciones diabéticas. Además, tiene una actividad que apoya la construcción de masa muscular.
Esto se debe a que interviene, entre otras cosas, en la síntesis de testosterona, que es una hormona anabólica. Por eso es importante proporcionar al cuerpo la dosis adecuada de vitamina D. Desafortunadamente, las condiciones que prevalecen en Europa favorecen la escasez de esta vitamina.